5.1.09

 

La otra libertad de Magaly Medina, el cajero automatico de ATV.

Cesar Hildebrandt

La señora Magaly Medina está libre. Está libre desde el punto de vista judicial, penitenciario y penal.
¿Pero está libre de las ataduras y los compromisos a que la somete la construcción del personaje en que se ha convertido?
Magaly Medina ha salido de la cárcel y eso es una buena noticia. Pero la diva temible de la tele no saldrá fácilmente de la cárcel de ATV, esa cárcel que disimula ser un canal pero que tiene alcaide (El Fantasma González), administrador (Marcelo Cúneo), y jefe de Custodios (Ney Guerrero).
En esa mazmorra fenicia Magaly Medina no es una persona sino un cajero automático. No es sólo una periodista exitosa: es la clave de la caja fuerte.
En suma, que Magaly Medina para la olla grande en ese expendio de tacos que teledirige, desde Miami, un mafioso mexicano capaz de reciclar a Nicolás Lúcar.
Y como para la olla haciendo de mala, cada día le exigen ser peor. Y como sostiene a un montón de zánganos siendo intrusa, cada día tiene que ser más audaz (hasta llegar al baño de sus víctimas, a la felación como espectáculo, al engaño venéreo como renta básica).
Y todo eso en nombre de “descubrir la verdad”. Como si alguien pudiese creer que a los empleados del fantasma González –o sea a Marcelo Cúneo y su entorno- la verdad los obsesiona.
Si la verdad los desvelase tendrían que empezar por admitir que el mafioso para el que trabajan posee, ilegalmente, los canales 9 y 13 (este último a través de notorios hombres de paja).
No es la verdad la mercancía que Magaly Medina vende por lo general. Lo que vende es la crueldad, el asesinato moral y el pillaje (amatorio o alcohólico) con dejo de moralina.
Crueldad para mostrar a una mujer que le hace, con todo el derecho de sus forros, sexo oral a un futbolista; asesinato moral cuando embosca a una prostituta que en horas diurnas es extra precisamente en algunos programitas de TV; pillaje con farisaísmo agravado cuando irrumpe en un lugar para mostrar los excesos de un actor pasado de tragos.
Que Magaly Medina no se engañe. No es que en Canal 9 la adoren o la estimen. Es que necesitan exprimirla hasta que no dé más.
Y que no se engañe con las portátiles que su emisora le armó pagándole a señoras hambreadas.
Y que no se engañe con los consejos descerebrados de quienes la urgen a no pensar en nada que no sea el coliseo y las fieras.
Y que no se engañe con Nakazaki, que lo que ha logrado es que la condenen en demasía.
Fue la presión del Canal 9 la que empujó a la señora Medina a acercarse cada vez más al Miura que terminaría por cogerla. El 9 le exige estar siempre en el paraíso artificial de la megasintonía –y no porque quiera su éxito sino porque quiere la plata de la taquilla diaria- y no importa que, para lograrlo, apele a cualquier arma y desestime todas las prudencias.
Con tantos años de borrachera de éxitos, la señora Medina olvidó que había empezado como periodista que criticaba los desmanes de la televisión. Ella misma, convertida en desmán, contrajo la amnesia necesaria como para seguir en el papel que le ha dado al 9, en primer lugar, tantos dividendos.
¿O acaso no es un exceso mentir sabiendo que se miente, empujar a un fotógrafo a mentir ante un juez y luego desaparecerlo para que evite preguntas incómodas?
¿O no ha sido un exceso “desconfigurar” el fechador de una cámara fotográfica con tal de mantener lo insostenible?
Ahora el Canal 9 le exigirá a Magaly Medina mayores desmadres y más escrutinios en camas ajenas. Y se lo exigirán diciéndole “¡No cambies!” cuando lo que en realidad quisieran decirle es “¡Sigue siendo nuestro tesorito!”
El problema es a costa de qué.
Si Magaly regresa tan furiosa como el 9 pretende, tan recargada como sueñan sus vendedores, y tan virulenta como la desean los que esperan debajo de la cornucopia, ¿de qué liberación hablamos?
Si Magaly Medina permite que prevalezca el personaje goyesco que casi se construyó a sus espaldas, los contadores de Cúneo estarán felices. ¿Pero serán ellos quienes afronten los juicios del futuro?
La invulnerabilidad de Magaly Medina ha muerto. Dos meses y medio en una cárcel son prueba de que hay un sector del país que está harto de ese intrusismo sin escrúpulos, de ese estilo que consiste en entrar a saco en la privacidad ajena y rasgarse las vestiduras desde un Canal cuya propiedad es delictiva.
Y los procesos judiciales que puedan venir la fiera está herida y ha dejado un rastro de sangre hallarán a Magaly con el antecedente de una condena severísima que antier fue ampliada a dos años.
La periodista más importante de la televisión peruana está en libertad. De ella dependerá qué hacer con su albedrío. Y la disyuntiva es clara: o sigue siendo la Terminator que llena los bolsillos y mece la cuna de Cúneo, o, más bien, vuelve a hacer el periodismo crítico y de investigación que se hacía en la revista donde comenzó.
¿No sería de lo más apetecible un programa en el que el talento carnívoro de Magaly Medina se dirigiese a la investigación de la corrupción de alto vuelo y no a los pecados mayores o menores de la farándula?
¿Aceptaría el Fantasma González un proyecto así?
No, no lo aceptaría. Porque González subsiste como propietario irregular de dos canales peruanos gracias al pacto no escrito de no meterse en política.
Una cosa es aguaitar a ver con quién tira una vedette. Y otra es averiguar quién se está tirando tanta plata en el gobierno.

Diario La Primera – Cesar Hildebrandt, Columnista

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